Para los tinerfeños no sólo
el vino, propiamente dicho, forma parte de su patrimonio cultural. Además,
deberíamos de concienciarnos que nuestra cultura del vino ha de ir más allá de
tomar una copa de vino y una tapa. ¿Cuánto disfrutamos tomando una buena copa
de vino? ¡verdad!
Sí, estamos de acuerdo; pero bebiendo,
catando, disfrutando con un buen maridaje en ayuda a la gastronomía, etc., no
solo debemos recibir y percibir exclusivamente los placeres de olores, colores
y sabores. Hay que ir
mucho más lejos en nuestra cata o degustación para descubrir otras cosas, ¡ocultas para algunos!; estos
caldos no han nacido directamente en la botella, han llevado un proceso que va
desde el cuidado de las viñas, la uva, la cosecha, el estrujado, el prensado, la
fermentación, etc., todo con el fruto del trabajo de un campesino, de un
viticultor, dedicando un cariño diario a su tierra, y muchas veces sin importarle
el horario de su jornada laboral, para que esas viñas den el mejor fruto
posible. Además, quiero resaltar como el aspecto principal de este artículo, y
que lo pueden apreciar tanto las gentes a las que le guste el vino como a las
que no, la gran contribución de esta gente a la protección del medio natural
que en cierta medida es un patrimonio de todos.
Las vistas, los paisajes,
los colores, de esos terrenos de viñedos trabajados, sobre todo en primavera
con su verdor, es algo de lo que tenemos que sentirnos orgullosos y que debemos
tener muy en cuenta cuando cerramos los ojos y nos llevamos esa copa de vino a
los labios. Nadie es indiferente a la belleza y esplendor de la isla cuando
vemos unos terrenos bien trabajados y cuidados. Con fincas sin aprovechamiento
y producción, daría la isla un aspecto de abandono, lleno de zarzales, malas
hierbas, etc., que muchas veces trae
consigo incluso enfermedades a terrenos colindantes por falta de higiene y
limpieza.
Este reconocimiento podría
incluso ayudar y animar, si lográramos apreciarlo, a hacer que nuevas
generaciones, deseosos de salir de esta
crisis que estamos todos sufriendo, se atrevan a participar de este laboreo y
cuidado de los viñedos –aún quedan espacios y terrenos abandonados– no perdiendo
esta tradición que a veces solo se va
transmitiendo de padres a hijos pero adquiriendo en muchos casos una mejora en
el conocimiento y práctica de las tradiciones vitícolas y enológicas.
Canarias, de todos es
sabido, vive principalmente del sector turístico y esta reflexión sobre la
importancia en el cuidado de los viñedos, haciéndola extensiva a otros terrenos
de laboreo y zonas verdes, podría servir para promocionarlo, colaborando de
manera conjunta, ambos sectores, en muchos aspectos, desde programación de
eventos (visitas a bodegas y fincas, catas, rutas del vino, exposiciones, etc.)
hasta incluso fomentar un turismo enológico, logrando con ello que se conozca,
más si cabe, nuestro potencial
vitivinícola fuera de nuestras fronteras. Será un granito más de arena en el
desarrollo de nuestra región y satisfacción conjunta de todos los canarios.
José Luis Sánchez
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