Hay
quienes pagan más de 100 euros por una botella de vino. Son pocos, pero los
hay. En cambio, otros no compran nada por encima de 10 euros y les parece un engaño
de marketing si el precio se aleja del coste de producción del vino.
Que
los precios se alejen de los costes no es tan infrecuente. No vamos a citar
aquí marcas de coches ni bolsos para no causar disonancias cognitivas a nadie,
pero en muchos tipos de productos hay gamas de lujo en las que justamente el
precio elevado causa gozo a algunos y envidia a otros, con independencia de lo
que cuesta producir estos artículos.
¿Pero
cómo se forman los precios en el caso de los vinos? Pues bien, el Instituto
Max-Planck para Estudios Sociales de Colonia lo ha investigado (aquí lo tienen:
http://www.mpifg.de/pu/mpifg_dp/dp14-2.pdf) en
el mercado alemán y llega a algunas conclusiones que nos pueden interesar.
Primero,
la adscripción de valor y distinción a un vino frente a otros es resultado de un
proceso social complejo y no depende exclusivamente de los atributos objetivos del
producto y de la información que tenga el consumidor sobre el mismo.
Segundo,
en esta construcción social de la calidad del vino intervienen múltiples
actores interrelacionados: productores, vendedores, expertos, periodistas,
organismos reguladores y consumidores; todos ellos participan cuando se genera el
capital simbólico de un vino.
Tercero,
la creciente importancia del discurso público sobre las cualidades simbólicas
del vino revela la importancia de criterios de valoración que no se limitan a
aspectos económicos (relación calidad-precio). En este sentido, el vino de alta
calidad/precio se utiliza como marcador de status social y de estilos de vida.
Cuarto,
el gusto y las preferencias están relacionados con las condiciones sociales en
las que se desenvuelve el consumidor, particularmente su posición de clase.
Ello no sólo afecta a lo que consume (y lo que no), también a la forma
(ocasión) de consumo y la calidad experiencial que se asocia al mismo. Un
ejemplo es la estrecha relación positiva entre el nivel económico, la educación
y la preferencia por los vinos secos frente a los más dulces.
Quinto,
los resultados obtenidos sobre 1071 vinos de 110 bodegas alemanas indican que
los consumidores de elevado capital económico y cultural atribuyen un mayor
valor simbólico a los vinos y están dispuestos a pagar mayores precios. Para
este segmento de clientes, las bodegas estudiadas invierten en la acumulación
de capital simbólico, con una estrategia de comunicación que resalta que no
producen el vino simplemente por motivos de negocio sino por “amor al arte”, el
apego a la tierra (“terroir”) y en cantidades limitadas (creación de escasez).
Todo reflejado en mayores precios, claro.
Por
último, los autores del estudio resaltan la importancia de lo que llaman
“socialización en vinos”. Los consumidores iniciados en el mundo del vino lo
recorren adquiriendo en este viaje una mayor disposición a pagar precios
relativamente elevados y son más propensos a comprar el vino directamente al
productor.
Como
pueden ver, aunque los datos sean del mercado alemán, las conclusiones
generales de este estudio son sumamente útiles para reflexionar sobre la
“creación de valor” en nuestro sector vitivinícola: no todo son costes de
producción, a veces es lo de menos.
D.G.
Genial exposición... culturizar el vino... conocer el contenido de una copa, algo mas que una cepa...
ResponderEliminar