Casi todos frecuentamos los supermercados
para realizar una parte de nuestras compras. Y seguramente también hemos
reconocido de vez en cuando hacia nuestros adentros que salimos del
establecimiento con algunos artículos que no habíamos previsto comprar. Los
gestores de estas superficies de venta saben de esta disposición nuestra de
dejarnos tentar por nuestra curiosidad y las ganas de probar cosas nuevas. Utilizan
un amplio abanico de instrumentos para influir en nuestro comportamiento. Marcus
Rohwetter y Thomas Ramge, en su artículo en
el períodico Die Zeit del 20. Mai 2016, presentan un inventario de los “trucos”
más frecuentes:
1. El
tamaño del carro importa. Parece que un mayor tamaño del “carrito” provoca
mayores compras, porque cuesta ver este pobre paquete de pasta perdido en la
inmensidad de un contenedor llamado a ser llenado.
2. Nos
gusta más iniciar la ronda con un giro a la derecha, comprando en sentido
contrario al del reloj (dicho sea de paso, Ikea también lo sabe).
3. 19
grado centígrados es la temperatura óptima. Más calor atonta y menos provoca la
incómoda sensación de frío que nos hace huir (alguna que otra sección de
productos refrigerados puede tener este efecto).
4. Primero
lo fresco, el laterío más tarde. Frutas y hortalizas (bien presentadas) nos
abren los sentidos y fomentan las compras posteriores, a pesar de generarnos luego
un problema en el creciente apilamiento de los productos en el carro (a
rescatar los tomates cada 5 minutos).
5. El
efecto túnel de los corredores entre lineales convierte las posiciones
iniciales (cabeceras) en la posición ideal para los productos con mayor margen.
6. Segmentar
la vertical del lineal dejando la altura óptima (a la altura de nuestros ojos)
para los productos de venta preferencial. Agacharse y alongarse cuesta (y nos puede
ahorrar dinero).
7. Los
refrigerados de consumo frecuente (ej. lácteos) al fondo. Hay que llegar hasta
ellos necesariamente y recorremos largos pasillos para ello, viendo muchos
otros productos de paso.
8. Olor
a pan fresco. Lo tostado abre el apetito y el hambre nos hace comprar más. Se
pone algo alejado de la traca sensorial inicial de las frutas y hortalizas, con
el fin de renovar el estímulo sensorial.
9. La
tienda dentro de la tienda. La creación de micro-entornos de aparente
separación y diferenciación permiten crear un ambiente más distinguido que nos
lleva a aceptar productos de gama superior (los vinos son un ejemplo). Y a la
salida de este micro-espacio, unas gangas para anular la mala consciencia de
haber comprado en plan “porque yo lo valgo”.
10. Finalmente
la zona del llanto, del llanto infantil, claro está. Los chiquillos, obligados
a acompañarnos, deben ser recompensados. Ellos saben cuándo y dónde toca emitir
los avisos acústicos correspondientes: hemos llegado a las chuches.
La próxima vez que vayas a comprar, mira
cuántas de estas reglas (hay más) se cumplen en tu visita al súper.
D.G.
No hay comentarios:
Publicar un comentario