Y el resto de la isla también. Pero no
se asusten que es por nuestro bien, esto es, por el de nuestra futura cosecha
de uvas que darán vinos estupendos…¡Y no es que ande suelto Satanás!
La razón infernal es que entra en acción
el AZUFRE en el viñedo, de ahí que haya mañanas que huelen irremediablemente a
este polvo mágico. Las viñas ya con las hojas en pleno proceso de extensión de
las mismas y asomando los primeros racimos, piden protección frente a las
principales enfermedades de origen fúngico por las que pudieran ser atacadas en
estos meses de crecimiento de hojas y racimos; más aún, en un entorno de
variabilidad térmica como el que existe en nuestra comarca donde la viña está
cultivada a lo largo de toda la pendiente altitudinal hasta casi los mil metros
de altura. Es por ello, que el viticultor utiliza el eficaz remedio de proceder
a “azufrar la viña”, que no es otra cosa que espolvorear la viña con azufre
para preservarla principalmente de la conocida “ceniza u oídio” y otras
posibles plagas.
El oídio es un hongo parásito (Uncinula necator) que se desarrolla
principalmente sobre los órganos verdes de la viña, esto es, en hojas,
sarmientos y racimos. El método más común para combatirlo de forma eficaz es la
lucha química, siendo aquí donde obtiene todo el protagonismo el elemento
químico conocido como “azufre”, excelente producto ecológico. Fue en 1854,
cuando se descubrió que el azufre podía controlar en gran medida la ceniza, desde
entonces, reina en los viñedos del mundo con notable éxito, tanto en su versión
en espolvoreo como en su versión mojable aplicado con pulverización.
La utilización del azufre es
claramente con vocación preventiva. Al oxidarse parcialmente con el aire, actúa
en estado de vapor, de ahí su característico olor; aspecto que nada tiene que
ver con el posterior uso de los sulfitos en la conservación de los vinos. En el
terreno, lo encontrarás básicamente sobre las partes verdes del viñedo en estos
meses de abril y mayo con un color amarillo intenso.
El azufre en polvo tiene a su favor la
eficacia –siempre que los ataques no sean demasiado fuertes –, el bajo coste
económico, sus efectos frenantes de ácaros en general y el favorecer el cuajado
si se emplea en floración. Como inconveniente principal es que puede producir
quemaduras si se utiliza con temperaturas superiores a 30º C y también que es
poco adherente. El azufre mojable tiene una buena adherencia y por ello asegura
una larga persistencia en la acción del tratamiento.
En resumen, el olor de azufre en el
ambiente no te ha de invitar a descender a los infiernos dantescos sino a
pasear por el viñedo y descubrir el
color que ahora tiene el paisaje en tu medio natural y de
paso …¿me lo podrías contar o enviarme alguna imagen del mismo en tu zona?
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