lunes, 23 de marzo de 2015

La construcción social de la calidad


Para que un consumidor escoja en el punto de venta un vino determinado y, por ende, este producto muestre su ventaja competitiva sobre otras alternativas, deben haber confluido anteriormente muchas otros factores a lo largo de toda la cadena de valor. Desde las características edafológicas del suelo donde está plantada la viña, pasando por las técnicas de cultivo, el material vegetal utilizado, la elaboración del vino, la presentación del producto, su inserción distributiva y la notoriedad e imagen que tiene la marca en el mercado de consumo. Todos estos elementos, debidamente combinados, son lo que convierten unos productos en más competitivos que otros. Por lo tanto, el análisis de competitividad debe trazar un movimiento desde el punto de venta hasta la cepa, porque el origen de la competitividad estriba en el conjunto de la cadena de valor.

Lo que es la calidad del vino a lo largo de esta cadena de valor es una construcción social, más que una propiedad objetiva e intrínseca en el sentido enológico del término. Para comprender cómo se construye la calidad en la cadena de valor es útil emplear el concepto de las “convenciones de calidad”. Las convenciones, negociadas entre los actores que forma parte del “negocio del vino”, incluyen desde las bases formales (legales, normativas) de la producción hasta las costumbres informales de transacción, pasando por la regulación de los propios mercados. Los actores principales son aquellos que, por tamaño u otros factores relacionados, sean capaces de influir claramente en la creación y difusión de los estándares de calidad. Estos estándares no se limitan al producto tangible en sí, incluyen también la definición de un amplio abanico de condiciones comerciales (ejemplos son los plazos de pago, las condiciones de entrega, o las exigencias de promoción por parte del fabricante).

Las convenciones de calidad se fundamentan por diferentes “mundos de legitimación”. Ponte (2009; ver gráfico) destaca varios tipos. En una convención de mercado es el precio el que marca la calidad y en una convención industrial destacan las inspecciones y certificaciones de cánones técnicos. En cambio, en la convención doméstica predomina la confianza entre los actores en el contexto de las costumbres sociales locales (“aquí hacemos las cosas así”, “lo nuestro”). A su vez, la convención cívica pondera en mayor medida la responsabilidad social y ambiental de la cadena de valor, mientras que la convención de opinión hace un uso activo de los líderes de opinión. Por último, la convención inspiracional realza el proceso creativo de la producción y centra su atención en el productor como genio y figura social en un sentido amplio.

Convenciones de calidad y cadena de valor

Los vinos canarios han construido su calidad casi exclusivamente desde la esfera doméstica. Ahora, y multiplicado por la crisis, se ven bajo una creciente presión de un sistema distributivo cada vez más concentrado que pondera casi exclusivamente las convenciones industriales y de mercado. Contrarrestar esta presión pasa por reforzar la imagen de un producto canario (convención doméstica) cuya calidad (y precio) también se justifica por razones de responsabilidad social y ambiental (la convención cívica: alimentos de proximidad, soberanía alimentaria, creación de empleo). Y aun siendo deseable, más difícil será defenderse a través de los líderes de opinión, porque cuestan lo suyo, y las convenciones inspiracionales (¿o tenemos algún “Steve Jobs de los vinos canarios”?).

D.G.


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