Durante las últimas
semanas se habla mucho del tiempo, en España y en Tenerife también. Y cuando
hoy día se habla del tiempo, el cambio climático anda cerca. Sequías, riadas,
calores. ¡Ojalá llueva pronto, que falta hace!
No sabemos si el
primo de Rajoy sigue poniendo en duda la existencia del cambio climático, pero
sí parece haber una amplia mayoría de ciudadanos que se han ido convenciendo de
su presencia y actualidad en nuestras vidas.
El mundo del vino no
es ajeno a los retos que provocan estos cambios. Como refleja Rafael Daniel en
su artículo “Vinos que cuidan el Planeta: las bodegas españolas apuestan por la
sostenibilidad” (El Economista), el sector vitivinícola empieza a formar parte
activa de la lucha contra el cambio climático, a través de prácticas como las
certificadas por Wineries for Climate
Protection (http://www.wineriesforclimateprotection.com).
Entre las medidas
defensivas del viñedo –amenazadas por olas de calor, escasez hídrica, heladas y granizo– están su propia
mudanza (migrar a otras zonas), el cambio varietal (hacia variedades menos
necesitadas de agua) o la extensificación (menor densidad de plantación y menor
intensidad de explotación).
Entre las prácticas
de reducción de la huella ecológica de las bodegas destacan la reducción de
emisiones de gases de efectos invernadero, la gestión del agua, la reducción de
residuos y la eficiencia energética. Ejemplos de lo que se está haciendo son la
reducción del embalaje, la reutilización del agua y la producción propia de
energía solar para su uso en maquinaria cada vez más eficiente.
A veces un ejemplo
simple es ilustrativo de que se trata de cambios concretos y no de tareas
imposibles de abarcar en empresas pequeñas. El grupo Campo Viejo antes tiraba
el soporte de las etiquetas, mezcla inseparable de papel y plástico, imposible
de reciclar. Cambió a otro soporte, exclusivamente de plástico, y este se puede
reciclar.
Por aquí también hay
cambio climático, ¿verdad? ¿Viñedo en Tenerife en 2050?
D.G.
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