lunes, 14 de mayo de 2018

Quién cuenta mi historia


Desde hace algunas semanas tengo clavada en la retina la imagen de la actriz Jennifer Lawrence en la última edición de la entrega de los premios Oscar (la pueden ver aquí,). Verla saltando entre butacas con una copa de vino en la mano me ha hecho pensar en lo importante que son las referencias para nuestros gustos y nuestras decisiones como consumidores. A mi me gusta ese gesto gamberro, informal y contradictorio y estoy convencido que vende más vino que muchas campañas de las que encargamos hoy en día. Su expresión pilla y gesto irreverente con el protocolo establecido,  es una imagen muy explotable desde el punto de vista del marketing y una referencia para jóvenes.

Nosotros somos influenciables. Buscamos ídolos a los que imitar y parecernos (incluso de adultos, aunque no lo hagamos de forma tan evidente…o a lo mejor yo soy un poco inmaduro, no sé). En cualquier caso, es evidente que el público joven busca modelos a los que imitar y en eso se ha basado el marketing para dar visibilidad a todo tipo de productos. Seguro que se le vienen a la cabeza momentos de películas de cine y programas o series de televisión en que se aprecian de forma evidente productos alimenticios, ropa o productos de lujo -¿Quién no recuerda los automóviles en que James Bond persigue a los malos?-, revistas llamadas de sociedad en la que se hacen reportajes fotográficos donde priman los trapillos de las famosas. En este sentido, siempre me llamó la atención la inversión que hizo la industria tabaquera en los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, cuando firmaron acuerdos con las grandes productoras como Paramount y Warner para que actores como Clark Gable, Spencer Tracy, John Wayne o Humphrey Bogart fumaran en sus películas. Esto se prologó décadas después y sirva como ejemplo el siguiente dato: entre 1979 y 1983,  la compañía Brown & Williamson Tobacco, el tercer fabricante de cigarrillos de Estados Unidos, invirtió en torno a 840.000 euros para que sus marcas apareciesen en veintidós películas. Un pastón.  

La publicidad indirecta o por emplazamiento es una técnica habitual en el marketing, la vivimos a diario y los personajes públicos reciben sustanciosos dividendos (en dinero o en especias) por prestarse a usar uno u otro producto. Esto ha funcionado siempre y se ha convertido en la forma de vida de famosos y, en los últimos tiempos, con el gran desarrollo de las redes sociales, han consolidado la figura de los influencers. Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia pública puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca. Todos tenemos presente los casos de Robert M. Parker o José Peñín y hechos puntuales como que un vino tinerfeño sea elegido para ser servido en una cena de Barack Obama o como el famoso cocinero José Andrés hace que se agoten las existencias de un vino con sólo publicar un tweet en el que afirma sobre él: “my WINE of the Summer”.

Esto se ha ido popularizando por el gran Boom de las redes sociales y encontramos jóvenes con significativos número de seguidores que ofrecen la posibilidad de hablar de nuestras marcas. A mi entender esto ha llegado a convertirse en una plaga, presionando e incluso llegando en algunos casos de prácticas abusivas (me han dicho que no diga chantaje), que, en la mayoría de los casos, no tiene el efecto publicitario que se debería esperar. Tengo la sensación que estos youtuber o Instagrammer, como se autodenominan, lo que sí han conseguido es promocionar un modelo de negocio, pero poco más, ya que cada vez hay más personas que pretenden hacer de esto una forma de ganarse la vida, aunque, volviendo a la definición, no ofrecen mucha credibilidad. 

Utilizar influencers o prescriptores para dar visibilidad a nuestros productos puede seguir siendo una buena idea pero siempre seleccionado bien las personas e identificando aquellos que por sus valores, estilo y tono se asemejen a nuestro negocio, a nuestra estrategia, a lo que queremos contar. Elijamos bien a los que van a hablar de nosotros, busquemos personas con capacidad de generar opinión y reacciones en otros usuarios pero que sepan de nuestro sector. Busquemos la calidad frente a la cantidad. Y, por favor, no olvidemos que para que esto funcione debemos tener una historia que contar. Una historia que, por supuesto, tenga credibilidad y lógica, pero sobre todo, emoción. Y las personas que van a hablar de ella se la deben creer, sentirla como suya propia… ¿no creen?

Posdata: Mientras escribía este post, mi amigo Francis Ortiz sacó uno sobre el mismo tema. Y me ha gustado saber que tenemos opiniones coincidentes.

Imagen: pixabay.com

Miguel Febles (@Quewine)

9 comentarios:

  1. Interesante análisis. Creo que se puede aprovechar muy bien esta publicidad para proclamar las virtudes de los vinos

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    1. Estoy de acuerdo contigo. Sobre esto hablará mi próximo post. Te animo a leerlo y lo comentamos.

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  2. Muy buena análisis. Hoy en día parece que las redes sociales deciden sobre nosotros más que al revés. Hay que aprender a controlarla, manteniendo conciencia de lo que son. Muy bueno el director del hotel, acabó haciendo mucha más publicidad sin tener que dejar sus habitaciones gratis. Y por supuesto muy buena la actriz, yo no habría podido hacer lo mismo sin vaciar la Copa por las butacas :)

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    1. Gracias. Me pareció una imagen muy gráfica para expresar la idea. Yo tampoco podría hacerlo sin tirar la copa. Mejor no intentarlo

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  3. Me gusta el análisis,
    y estoy completamente de acuerdo en que las redes sociales comienzan a manejar hasta la influencia de los gustos personales...

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  4. Muy bien expuesto Miguel. Es la gran realidad siempre buscamos seguir un patrón, estar al día con las tendencias. En los últimos años han empezado a surgir auténticos expertos en temas como la moda, la gastronomía, los videojuegos, etc. Hablamos de la llegada de los bloggers, instagrammers y youtubers. Y es que Influencer es aquella persona que por su conocimiento, posición o popularidad tiene la capacidad de influir sobre las acciones y decisiones de otros individuos. Es muy difícil no dejarse llevar por este fenómeno.

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