Así comenzaba su
ya conocida referencia a la Comarca de Tacoronte-Acentejo el célebre
naturalista alemán, D. Alexander Von Humboldt, tras su estancia en Tenerife en
1799 y la posterior publicación del libro “Viaje a las regiones equinocciales”.
Debió quedar profundamente impresionado el hombre observando “parajes
cultivados como jardines” y collados que describe como “cultivados con viñedos
que tienden sus sarmientos en muy elevados varasetos”. Pero no nos pongamos
románticos, de aquellos tiempos a los actuales y de aquellos sarmientos a los
de hoy ha quedado mucho sudor por el camino y no siempre bien documentado,
hasta el punto que muchos se preguntan, a qué tanto jolgorio y qué es eso de la
Denominación de Origen; hablemos pues de eso.
1992 fue un año
mágico en muchos aspectos, un año olímpico, un año de “Expo”, pero mucho más
cercano para nosotros, la culminación de muchos esfuerzos en una comarca de la
isla de Tenerife para traer al mundo la primera
Denominación de Origen Vitivinícola en Canarias. Su gestación, laboriosa
como todo proyecto en común en el que intervienen personas de distinto parecer,
estuvo sin embargo bien definida hacia la búsqueda de una mejora de la calidad
de un producto, el vino, que siempre ha formado una parte importante de su cultura.
El nacimiento de
la Denominación de Origen tuvo inmediatamente un efecto multiplicador, la
comarca se hizo fuerte con el germen de nuevos colectivos que, además, actuaron
de forma conexa y con muy buenos resultados. Se crearon, entre otros, el Centro
para el Desarrollo Rural de Tacoronte-Acentejo como gestor de la Iniciativa
Comunitaria LEADER y la Asociación Interprofesional Vitivinícola de
Tacoronte-Acentejo, también la primera en Canarias.
Esta comarca
tinerfeña se convirtió en un exponente de calidad con el vino como bandera que
no ha dejado de ondear en sus 25 años de existencia. Una Denominación de Origen
es en pocas palabras una mención oficial que reconoce la calidad y el buen
hacer en torno a un producto determinado y en una región determinada. Pero
seamos claros, lo que hoy se celebra es
también un premio de reconocimiento a un esfuerzo constante que comenzó
hace mucho más de veinticinco años, con el trabajo de viticultores y
bodegueros.
Llegados a este
breviario y dado que sólo se pretende una reseña, he dejado para el final la
figura que concentra el éxito de estos 25 años, el órgano de gestión de la
Denominación de Origen de Tacoronte-Acentejo, su Consejo Regulador. Más allá de
haber tenido la suerte de asistir al nacimiento y formar parte del elenco de
profesionales que iniciaron la actividad del Consejo Regulador, he de reconocer
que quienes han desempeñado la Presidencia del mismo lo han hecho con buen
criterio y siempre arropados por miembros de un Pleno que pese a opiniones
dispares siempre hallaron consenso.
Por último, y
aunque quizá formando una pequeña parte de esa familia pueda no parecer
plenamente objetivo, están los trabajadores del Consejo Regulador, esa
maquinaria perfecta que sin contar con extensos engranajes ha sabido en todo
momento adaptarse a los vaivenes de cosechas y de cualquier otra naturaleza,
sin otra finalidad que coordinarse o incluso multiplicarse en cada acción de
gestión o promoción de los vinos de la D.O. Tacoronte-Acentejo para que ahora
todos juntos y como un arrebato de los alisios, podamos soplar estos 25 y mirar
hacia el futuro alzando las copas de un “Tacoronte-Acentejo”.
Ernesto Arvelo
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