Sirvan las
estadísticas que facilita el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de
Agricultura de España sobre el consumo de vino en el año 2017 como excusa para
manifestar la preocupación por el continuado descenso sufrido durante las
últimas décadas. España, país productor y antaño también consumidor de vino (se
recuerdan niveles hasta 60 litros anuales por persona), se está convirtiendo en
un país de bajo consumo. En el año 2017 el consumo en los hogares bajó a 8,1
litros por persona, más 3,5 litros anuales de consumo fuera del hogar. Estos 11,6 litros suponen una reducción del 6% sobre
el año anterior en el hogar y un 8% menos en lo que se consume fuera de casa.
Estamos, por lo tanto, camino a los 10 litros anuales si esta trayectoria se
prolonga.
El 37,2% de este
consumo son vinos tranquilos con Denominación de Origen. Además, el informe del
Ministerio añade que “el consumo más intensivo de este tipo de vinos se
localiza en hogares adultos, fundamentalmente de retirados, parejas adultas sin
hijos y con hijos mayores. En conjunto, estos tres perfiles representan el
65,7% del volumen”. Dicho de otra forma, un perfil demográfico marcado por el
envejecimiento de los consumidores. Si el hábito de beber vino tiene un
componente generacional importante, entonces la progresiva sustitución de estas
generaciones por otras nuevas supondrá la prolongación de esta trayectoria
descendente del consumo.
El sector haría bien
en pensar en acciones compartidas que frenen este descenso, en vivo contraste
con el aumento del consumo de cerveza, en vez de limitarse a lamentar el
progresivo abandono de la producción. Sin demanda no hay oferta que valga. Para
terminar una comparación: el consumo de vino por año y persona en Alemania,
conocida por su tradición cervecera, alcanza los 24 litros. Parece que el
destino no es inevitable…
D.G.
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