lunes, 24 de junio de 2013

Enoturismo vs. Enourbe


¿Confrontación? ¿Elección? ¿Sustitución? …

Para nada, sencillamente complementariedad.

En la última década, muchas bodegas han realizado grandes esfuerzos por atraer a turistas circunstanciales hasta sus viñedos y bodegas. El esfuerzo ha sido importante y se enmarca dentro de la etiqueta conocida como “enoturismo” o turismo enológico, a través de la cual los consumidores interesados pueden disfrutar de un recorrido por los distintos paisajes vitivinícolas y en donde de primera mano pueden tener un intercambio de opiniones con los bodegueros o viticultores hacedores de dicho paisaje; en otras palabras, pueden integrarse plenamente en el “terroir” y  sentirse por unas horas como uno de ellos, olvidando su vida rutinaria.

Evidentemente, la acción contada así, resulta atractiva para los que deseen explorar el medio rural al más puro estilo Paul Giamatti en Entre copas (2004), el laureado film de Alexander Payne que acercó al gran público el mundo vitivinícola sin complejidades. En resumen, en el enoturismo se da una traslación física del consumidor hasta el medio vitivinícola que suele reportar un elevado grado de satisfacción para el propio consumidor aventurado a recorrer kilómetros hasta llegar al interior de la propia barrica a degustar.

La otra cara del asunto la supone el “Enourbe”. Una palabreja que viene a complementar al propio enoturismo; ya que, por enourbe se considera acercar el medio vitivinícola a la ciudad, esto es, transportar de manera concentrada y temporal todo el potencial vitivinícola hasta el entorno urbano, para que el propio público de la ciudad pueda disfrutar de los atributos vitivinícola sin necesidad de desplazamiento hasta el campo.

Ambos conceptos son sumamente interesantes y su aplicación conlleva un moderado esfuerzo por parte de las bodegas que deseen implementarlo. Asunto aparte, los resultados inmediatos de cada acción variarán en función de los consumidores que las bodegas sean capaces de atraer con su propuesta.

Un dato: en la plaza de mi ciudad siempre hay viandantes.

lunes, 17 de junio de 2013

El capricho, también en casa…



La crisis económica está haciendo mella en el poder adquisitivo de muchos consumidores canarios. Los salarios se están reduciendo, la distribución de la renta se ha hecho más desigual y hasta los que no han sufrido recortes en sus ingresos consumen con más cautela. Consecuencia de todo ello es una modificación de los hábitos de compra y consumo que también afecta a las ventas de vino.

La reducción del gasto de los hogares se puede articular a través de los precios, comprando productos más baratos, y a través de las cantidades, comprando menos. Se desprende de las estadísticas sobre los gastos de las familias que su reacción ante la crisis se ha articulado por ambos caminos: tanto por la eliminación de compras prescindibles o aplazables como por la elección de marcas y variedades más baratas.

¿Cuál es la situación de los vinos en este contexto? Cabe destacar que los vinos disponen de una amplia variedad de tipos, calidades, marcas y precios. En este sentido, el consumidor puede seguir bebiendo vino eligiendo calidades menores a precios más bajos. De hecho, las estadísticas revelan que los vinos vendidos a los hogares canarios son de precios sustancialmente menores que antes. Este ajuste se debe tanto a la reducción de los precios por parte de los productores como a la compra de vinos distintos por parte de los consumidores.
Pero apretarse el cinturón en el consumo de vino también está asociado a elegir el lugar y la ocasión de consumo. La gente sale menos a comer y beber a los restaurantes y las tascas. El consumo de vino fuera del hogar ha ido cayendo mucho más que el consumo en casa. Y las veces que se sale con la familia o los amigos es frecuente que se opte por bebidas más baratas, por lo que el vino se ve desplazado por cervezas y refrescos. A su vez, consciente de las nuevas preferencias de los consumidores, la restauración responde con vinos más baratos y ofertas especiales.

Pero un capricho es un capricho y sigue habiendo muchos consumidores que no quieren renunciar a vinos de calidad. Y ante las amplias diferencias de precios de un mismo vino en la restauración y en el supermercado se inclinan cada vez más por comprar barato y consumir en casa (o con los amigos en la barbacoa). En consecuencia, las ventas de vinos de calidad en los canales de distribución masiva se reducen mucho menos y este cambio desencadena cambios sustanciales en las estrategias de venta de las bodegas.

¿Y cuáles son las implicaciones de esta situación para los vinos canarios? Primero, los vinos canarios tienen precios relativamente elevados, por lo que su sensibilidad ante la crisis económica es pronunciada. Segundo, si antes de iniciarse la crisis económica gran parte de los vinos canarios con Denominación de Origen se vendía en restaurantes y tascas, hoy la situación es bien distinta. Tercero, varias cosechas cortas ayudaron a que la contracción del mercado no se convirtiera en amplios excedentes, pero la recuperación de los volúmenes producidos puede desembocar en una lucha más intensa por ampliar cuotas de mercado ante los competidores, especialmente otros productores de vinos canarios. Cuarto, la presión sobre los precios de venta hace más difícil que las bodegas adscritas a las Denominaciones de Origen puedan captar un creciente porcentaje de la uva elaborada en su comarca, porque el autoconsumo y las ventas a granel ganan atractivo en un contexto de crisis.

En resumen, la crisis económica está suponiendo un difícil reto para los vinos canarios de calidad. Deben adaptarse a una situación nueva, marcada por la presión sobre los precios y la ampliación del esfuerzo de promoción en grandes superficies y supermercados. Siguen contando con la valoración positiva de los consumidores canarios, pero deben dar respuesta a la necesidad de encontrarlos a precios asequibles. Caprichos sí, pero más en casa.


D.G.

lunes, 10 de junio de 2013

Un vaso de vino y algo más



Para los tinerfeños no sólo el vino, propiamente dicho, forma parte de su patrimonio cultural. Además, deberíamos de concienciarnos que nuestra cultura del vino ha de ir más allá de tomar una copa de vino y una tapa. ¿Cuánto disfrutamos tomando una buena copa de vino? ¡verdad!

 Sí, estamos de acuerdo; pero bebiendo, catando, disfrutando con un buen maridaje en ayuda a la gastronomía, etc., no solo debemos recibir y percibir exclusivamente los placeres de olores, colores y sabores.  Hay  que  ir mucho más lejos en nuestra cata o degustación para descubrir  otras cosas, ¡ocultas para algunos!; estos caldos no han nacido directamente en la botella, han llevado un proceso que va desde el cuidado de las viñas, la uva, la cosecha, el estrujado, el prensado, la fermentación, etc., todo con el fruto del trabajo de un campesino, de un viticultor, dedicando un cariño diario a su tierra, y muchas veces sin importarle el horario de su jornada laboral, para que esas viñas den el mejor fruto posible. Además, quiero resaltar como el aspecto principal de este artículo, y que lo pueden apreciar tanto las gentes a las que le guste el vino como a las que no, la gran contribución de esta gente a la protección del medio natural que en cierta medida es un patrimonio de todos.

Las vistas, los paisajes, los colores, de esos terrenos de viñedos trabajados, sobre todo en primavera con su verdor, es algo de lo que tenemos que sentirnos orgullosos y que debemos tener muy en cuenta cuando cerramos los ojos y nos llevamos esa copa de vino a los labios. Nadie es indiferente a la belleza y esplendor de la isla cuando vemos unos terrenos bien trabajados y cuidados. Con fincas sin aprovechamiento y producción, daría la isla un aspecto de abandono, lleno de zarzales, malas hierbas, etc.,  que muchas veces trae consigo incluso enfermedades a terrenos colindantes por falta de higiene y limpieza.

Este reconocimiento podría incluso ayudar y animar, si lográramos apreciarlo, a hacer que nuevas generaciones,  deseosos de salir de esta crisis que estamos todos sufriendo, se atrevan a participar de este laboreo y cuidado de los viñedos –aún quedan espacios y terrenos abandonados– no perdiendo esta  tradición que a veces solo se va transmitiendo de padres a hijos pero adquiriendo en muchos casos una mejora en el conocimiento y práctica de las tradiciones vitícolas y enológicas.


Canarias, de todos es sabido, vive principalmente del sector turístico y esta reflexión sobre la importancia en el cuidado de los viñedos, haciéndola extensiva a otros terrenos de laboreo y zonas verdes, podría servir para promocionarlo, colaborando de manera conjunta, ambos sectores, en muchos aspectos, desde programación de eventos (visitas a bodegas y fincas, catas, rutas del vino, exposiciones, etc.) hasta incluso fomentar un turismo enológico, logrando con ello que se conozca, más si cabe,  nuestro potencial vitivinícola fuera de nuestras fronteras. Será un granito más de arena en el desarrollo de nuestra región y satisfacción conjunta de todos los canarios.

José Luis Sánchez

lunes, 3 de junio de 2013

Cada vino a su temperatura


Superada la tradición, o leyenda, de que el vino tinto debe tomarse a temperatura ambiente y el vino blanco o rosado “frío o helado” de la nevera, podemos hablar de las temperaturas ideales de servicio de la gran gama de vinos existente en el mundo.

Una temperatura inadecuada de servicio puede variar la percepción de los vinos en sus diferentes fases, incidiendo principalmente sobre su aroma y gusto, y según la elaboración que sea en su fase visual (sobre la efervescencia en espumosos, etc.). A temperaturas altas pueden parecernos más aromáticos,  pero a la vez ardientes y alcohólicos, con sensaciones en boca alcohólicas y dulzonas. A muy bajas temperaturas, poco aromáticos y más duros en boca.

Generalmente, los vinos más aromáticos (blancos, rosados, tintos maceración carbónica) se pueden tomar razonablemente frescos, ya que en ellos los aromas frutales y florales se pueden volatilizar a temperaturas relativamente bajas. Sin embargo, los vinos sometidos  a un proceso de crianza o fermentación en barrica poseen aromas que no se detectan con claridad a temperaturas bajas, por tanto, tomaremos estos algo menos fríos, entre los 10-14 grados. Por otro lado, los vinos tintos debido a su naturaleza más tánica, si se sirven demasiado frescos, aumentan su astringencia y sabor amargo. Esta es la verdadera razón por la que no se sirven tan frescos como los blancos; deberemos servirlos a unas temperaturas superiores a los 12-14 grados para conseguir su mejor paso por boca y equilibrio.

Teniendo en cuenta la gran gama de vinos que podemos encontrarnos en el mercado y sus diferentes elaboraciones, y sabiendo que el vino gana en copa  uno o dos grados en función de la temperatura ambiente, se expresan a continuación y de forma general las temperaturas óptimas de servicio de los diferentes vinos:

Temperaturas óptimas para el servicio de los diferentes vinos
Cavas y Espumosos
6-8º C
Blancos jóvenes
7-10 º C
Blancos dulces
8-12 º C
Blancos con barrica
10-12 º C
Rosados
8-10 º C
Tintos jóvenes y Maceración Carbónica
14 º C
Tintos barricas y Crianzas
16 º C
Tintos Reserva y Gran Reserva
17-18º C
Tintos dulces
12 º C

F. D.