lunes, 8 de septiembre de 2014

El Tratado de Methuen y el vino de Canarias



La Guerra de Sucesión por la Corona de España tras la muerte de Carlos II se recuerda fundamentalmente por la ocupación y usurpación inglesa del Peñón y Plaza de Gibraltar, pero en este mismo periodo tuvieron lugar otros acontecimientos igualmente importantes, sobre todo para nuestro Archipiélago, ya que Europa se dividió en dos bloques que, con una excusa legitimista, buscaban sacar beneficios de un futuro desmembramiento de los territorios españoles y ventajas económicas de la apertura del monopolio de su comercio americano.

En este contexto histórico, la situación geoeconómica de Canarias quedó debilitada, al posicionarse nuestras Islas partidarias políticamente de Felipe V frente a la corona inglesa, opuesta a la hegemonía borbónica pues consideraba un peligro para sus intereses un bloque de los Borbones franceses y españoles y dispuesta en consecuencia, a apoyar las pretensiones del archiduque de Austria. Esta coyuntura nos convirtió en blanco del ataque de sus escuadras y en el objeto de un fuerte castigo a nuestros intereses comerciales y económicos.

El 27 de diciembre de 1703 se firma en Lisboa el Tratado de Methuen, por el cual Portugal se aliaba militarmente y se integraba en la Gran Alianza conformada por Gran Bretaña y Austria contra Francia y España. Dicho tratado conllevaba también un acuerdo comercial, de ahí que se conozca como el Tratado de los Paños y los Vinos.

En virtud de este acuerdo se establecía que los portugueses se abastecerían de paños y productos textiles de lana de Inglaterra y en contraprestación los británicos concederían privilegios comerciales a los vinos portugueses, sobre todo de Madeira, en sustitución de los vinos Canarios de que se abastecían hasta la fecha, el afamado, reputado y valorado Canary Wine.

Esta situación trajo consigo un descenso alarmante en las exportaciones de vino canario, que en un primer momento para paliar el mismo se orientaron hacia la América española. Dicho comercio se mantenía, pero con fuertes gravámenes y restricciones que impedían un comercio libre con las Indias, lo que junto con la competencia de los vinos peninsulares y la liberalización de este mercado hizo fracasar esta alternativa.

A esto se sumó la entrada en erupción de modo y manera inesperada, en mayo de 1706 del volcán de Garachico, sepultando el puerto y dificultando aún más las exportaciones al quedar inutilizado.

Las dificultades de la agricultura para la exportación, motor del crecimiento económico de las Islas, provocó la decadencia económica de las mismas, la crisis del cultivo de la vid propició la aparición de nuevos cultivos como la papa y el maíz que destinados al consumo interno fueron paulatinamente ocupando terrenos anteriormente destinados a las viñas, así como propiciando la aparición de ganadería. La decadencia del mercado vitícola se consuma con la aparición de las enfermedades: el oidio en 1852 y el mildiu en 1878, lo cual no es óbice para que el vino canario triunfe en la Exposición Universal de París en ese mismo año.

A partir de entonces el vino es producido para el consumo local, y es en el último cuarto del siglo pasado cuando el sector comienza a resurgir, conformándose los Consejos Reguladores de Denominación de Origen e implicándose muchas personas vinculadas o no al sector, aunando los esfuerzos con las distintas Administraciones públicas y apostando todos ellos en su conjunto por una calidad reconocida que afortunadamente es la que impera en nuestros días.

Canarias. Latitud de vida


Alfonso J. López Torres, Director del ICCA


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