lunes, 18 de febrero de 2019

Lo "regional" es el nuevo "bio"

Así rezaba a finales de 2018 el artículo en el periódico alemán Die Zeit, al hacer una detallada revisión de la situación de los alimentos regionales y locales en el comercio minorista de aquel país. Citando el informe anual de alimentación del Ministerio de Alimentación y Agricultura, indica que el 78% de los consumidores alemanes tiene en cuenta el origen regional/local de los alimentos que compran.

Sabemos que estos altos valores que arrojan las encuestas hay que matizarlos por la observación del comportamiento de compra: es fácil declarar la preferencia por productos locales (o productos ecológicos, de bienestar animal, etc.) en las encuestas, porque no toca pagar. Es en la caja del supermercado, a la vista de los diferenciales de precios, cuando actúa la pregunta de si estamos dispuestos a pagar más por estas características.

Pues bien, esta cuestión la tienen en cuenta las cadenas del comercio minorista cuando deciden dar cabida (preferencial) a los productos locales en sus lineales, porque es la rotación del producto, su éxito de ventas, lo que determina su permanencia en el punto de venta. Y las entrevistas a representantes de estas cadenas revelan que también en términos de venta los productos regionales han incrementado sustancialmente su cuota de mercado. La razón principal, como admiten las propias cadenas de distribución, es el empujón que la demanda de los consumidores da a estos productos, porque identifican el origen local con tradición, confianza y autenticidad.

Ante esta demanda creciente, las cadenas han creado sus propias estrategias de marcas regionales, resaltando el origen en el etiquetado de los productos y aglomerando bajo estas marcas una amplia diversidad de productos. De esta forma evitan parte del viejo problema que genera la fragmentación de la producción local en pequeños productores, porque agrupan este amplio abanico de productos bajo una marca regional que hace de paraguas.

Obviamente esta estrategia no evita otros retos que plantea la fragmentación: a) las cadenas necesitan cantidades relativamente grandes y no quieren muchos proveedores para el mismo tipo de producto; b) las cadenas exigen, a todos sus proveedores, certificaciones, capacidad de provisión, marketing y sistemas flexibles de pedidos. La primera cuestión hace pensar en la integración horizontal de la oferta para agrupar productos locales hasta superar un umbral de cantidades mínimas; la segunda cuestión está relacionada con la modernización de la gestión empresarial a pequeña escala.

Es de suponer que esta tendencia hacia una mayor demanda de productos regionales también se haga sentir en el mercado canario. De hecho, ya proliferan en las diferentes cadenas de distribución iniciativas que resaltan el (supuesto) vínculo entre éstas y los productores locales [un ejemplo]. Es en la respuesta organizativa de la producción local ante las demandas de la gran distribución donde sigue estando el principal cuello de botella que limita el éxito de los productos locales (canarios). Posiblemente parte de la satisfacción de la demanda de alimentos locales puestos en el supermercado −para el segmento de "no me mandes al mercadillo"− pase por una oferta neo-local, de productores e intermediarios dispuestos a fijar su atención en la adaptación a los criterios de la distribución. También de estos operadores neo-locales tenemos ejemplos; el cambio está en marcha: la gran distribución ahora quiere "local" − y lo tendrá. Como ocurrió antes con el "bio".

D.G.

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