Este
año la uva viene escasa y desigual en maduración. Si se dan un paseo por las
fincas, se darán cuenta de que hay racimos con uvas ya maduras al lado de otras
que todavía siguen verdes. En el mismo racimo, a escasos 10 centímetros. Y
también verán que el número de racimos es escaso y que no son grandes.
Combinando todo ello: un año complicado. Y es una pena ver cómo este año todo
el esfuerzo y mimo dedicado a la viticultura se vuelve frustración.
La
cosecha viene así por el tiempo que ha hecho en estos meses, errático y
atípico. No somos la única región española que ha sufrido estos vaivenes y
trastoques estacionales. Por algo el periódico Expansión titulaba el pasado 12 de septiembre: “el clima vuelve
loca a la vendimia”. El artículo añade información sobre lo acontecido en la
Península. Estiman que la franja mediterránea perderá entre un 30% y 40% de la
cosecha. La Mancha y Centro-Sur sufrieron plagas y las riberas del Ebro y Duero
exceso de calor. Para variar, Galicia vio mermada su producción por pedrisco y
mildiu. Añaden que Francia e Italia también tendrán cosechas más cortas.
Por
aquí, en Tacoronte-Acentejo, el Consejo Regulador estima que apenas llegaremos
al 50% de la producción media interanual. El resto de Tenerife también sufrirá
mermas similares. En Lanzarote la cosa pinta incluso peor: el 15% (no de merma,
sino la cosecha entera será una séptima parte de lo habitual). A las escasas
cantidades la heterogeneidad de la uva añade otros problemas y retos técnicos
para los enólogos.
Una
cosecha corta lleva a una menor oferta comercializable. Excedentes de años
anteriores mediante, el mercado de vino canario lo notará y mantener las cuotas
de mercado en años de contracción de la oferta se convierte en un objetivo
principal.
D.G.