Así
rezaba a finales de 2018 el artículo
en el periódico alemán Die Zeit, al
hacer una detallada revisión de la situación de los alimentos regionales y
locales en el comercio minorista de aquel país. Citando el informe anual de
alimentación del Ministerio de Alimentación y Agricultura, indica que el 78% de
los consumidores alemanes tiene en cuenta el origen regional/local de los
alimentos que compran.
Sabemos
que estos altos valores que arrojan las encuestas hay que matizarlos por la
observación del comportamiento de compra: es fácil declarar la preferencia por
productos locales (o productos ecológicos, de bienestar animal, etc.) en las
encuestas, porque no toca pagar. Es en la caja del supermercado, a la vista de
los diferenciales de precios, cuando actúa la pregunta de si estamos dispuestos
a pagar más por estas características.
Pues
bien, esta cuestión la tienen en cuenta las cadenas del comercio minorista
cuando deciden dar cabida (preferencial) a los productos locales en sus
lineales, porque es la rotación del producto, su éxito de ventas, lo que
determina su permanencia en el punto de venta. Y las entrevistas a
representantes de estas cadenas revelan que también en términos de venta los
productos regionales han incrementado sustancialmente su cuota de mercado. La
razón principal, como admiten las propias cadenas de distribución, es el
empujón que la demanda de los consumidores da a estos productos, porque
identifican el origen local con tradición, confianza y autenticidad.
Ante
esta demanda creciente, las cadenas han creado sus propias estrategias de
marcas regionales, resaltando el origen en el etiquetado de los productos y
aglomerando bajo estas marcas una amplia diversidad de productos. De esta forma
evitan parte del viejo problema que genera la fragmentación de la producción
local en pequeños productores, porque agrupan este amplio abanico de productos
bajo una marca regional que hace de paraguas.
Obviamente
esta estrategia no evita otros retos que plantea la fragmentación: a) las
cadenas necesitan cantidades relativamente grandes y no quieren muchos
proveedores para el mismo tipo de producto; b) las cadenas exigen, a todos sus
proveedores, certificaciones, capacidad de provisión, marketing y sistemas
flexibles de pedidos. La primera cuestión hace pensar en la integración
horizontal de la oferta para agrupar productos locales hasta superar un umbral
de cantidades mínimas; la segunda cuestión está relacionada con la
modernización de la gestión empresarial a pequeña escala.
Es
de suponer que esta tendencia hacia una mayor demanda de productos regionales
también se haga sentir en el mercado canario. De hecho, ya proliferan en las
diferentes cadenas de distribución iniciativas que resaltan el (supuesto)
vínculo entre éstas y los productores locales [un
ejemplo]. Es en la respuesta organizativa de la producción local ante las
demandas de la gran distribución donde sigue estando el principal cuello de
botella que limita el éxito de los productos locales (canarios).
Posiblemente parte de la satisfacción de la demanda de alimentos locales
puestos en el supermercado −para el segmento de "no me mandes al
mercadillo"− pase por una oferta neo-local, de productores e
intermediarios dispuestos a fijar su atención en la adaptación a los criterios
de la distribución. También de estos operadores neo-locales tenemos ejemplos;
el cambio está en marcha: la gran distribución ahora quiere "local" −
y lo tendrá. Como ocurrió antes con el "bio".
D.G.