Vinos de Canarias: islas,
paisaje, tierra, viñedo, historia, hombres y mujeres, sentimientos y progreso.
Sin lugar a dudas ésta podría ser una síntesis descriptiva de la realidad
vitivinícola del Archipiélago Canario. Una realidad que se vertebra en cada
comarca y en cada isla a través de la voluntad y unidad en el esfuerzo de todos
y cuantos componen este subsector que nace en el viñedo y termina en la copa de
vino.
Desde la certeza que
ningún canario puede concebir el actual paisaje de sus islas sin sus viñedos y
sus vinos, y que el mismo ha sido construido con el esfuerzo del hombre a lo
largo de la historia, es ahora responsabilidad de todos promover su protección
y desarrollo ante su fragilidad y amenazas. Sin duda en los últimos años
las inquietudes y esfuerzos de viticultores y bodegueros, de forma individual u
organizada, más arropados por las instituciones públicas, han permitido un
impulso y desarrollo impensable veinte años atrás.
Cultivos con modernos
sistemas de conducción y mecanización alivian ahora el esfuerzo y mejoran las
rentas de los hombres y mujeres del campo; bodegas con tecnología punta en sus
elaboraciones y un sector cada vez mejor formado y más organizado están
permitiendo que los vinos de Canarias recuperen la calidad y el lugar que nunca
perdieron en su historia más gloriosa. Una calidad, que siendo reconocida
mundialmente en concursos y certámenes, necesita constantemente de herramientas que
faciliten su mayor divulgación y mejor conocimiento entre los consumidores, y
qué mejor herramienta para ello que las Denominaciones de Origen Protegidas,
figuras de calidad diferenciada que otorgan a nuestros vinos la protección de
una normativa europea que garantiza el cumplimiento de unos requisitos
superiores a los exigidos para el resto de productos vínicos.
De sobra es conocido que
el consumo del vino está aumentando, gracias en parte al cambio generacional y
al mayor comercio del mismo a nivel mundial. En las nuevas generaciones el
consumo del vino se asocia a un concepto de ocio sano, cultural y que implica
viajar por el mundo a través del descubrimiento de lo que detrás de una copa de
vino hay. Se tiende, por ello, cada vez más a desligar el vino de las otras bebidas
alcohólicas, por los valores culturales añadidos antes relatados.
Pedro Ballesteros Torres,
único Master of Wine español (título que es sin lugar a dudas el más respetado
del sector, el más difícil de conseguir y que permite a quien lo ostenta acreditar
que ha demostrado un conocimiento excepcional del arte y la ciencia de la
viticultura y la enología, así como del negocio vinícola, complementado con un
dominio importante de la cata de vinos de todo el planeta) en un curso
impartido recientemente por él en la Isla de Tenerife, defendía decididamente
que “El vino solamente sirve para
soñar”. Será por eso que el vino despierta las pasiones nacionales
más profundas, implica un amor desmedido a los territorios, y hace
aflorar los sentimientos, despertando por ende en nuestra tierra la canariedad
de quienes a él nos acercamos y lo consumimos.
Los nuevos modelos
comerciales, con la gran presencia de Internet, hace que éstos hayan cambiado.
Actualmente más del 30% del vino del mundo se vende en nichos de mercado bien
diferenciados. Consecuencia de esto, las políticas de comercialización del vino
canario deben ir claramente enfocadas a resaltar la excelencia de nuestro
producto, la diversidad del mismo, la unicidad que representan siete islas
distintas pero iguales en el sentimiento vitivinícola y el sueño de siglos que
hay detrás de este trabajo.
Los Vinos Canarios se
venden en más de un 85% de su producción en nuestro archipiélago. Debemos pues
enfocar y canalizar todos nuestros esfuerzos en aquellos aspectos comerciales
que nos hagan ser competitivos y diferenciados del resto de productos que
invaden este mercado tan dinámico. Debemos alejarnos de intentar hacerlo en
precio, donde nunca podremos ser competitivos, así como también en la variedad
de las uvas, donde los mercados de volumen se caracterizan por variedades de fácil caracterización, puesto que
debemos primar la perspectiva del mercado local frente al global apostando por
nuestros varietales.
Sí debemos, en cambio,
apostar clara y decididamente por las marcas, haciendo un esfuerzo en promoción
de las mismas. También es un valor seguro y relacionado a las marcas, el de las
Denominaciones de Origen, que justifican en cierta manera un sobreprecio del
producto. Estas Denominaciones deben ser honestas en su concepción, solidarias
y crear una noción de territorio, produciendo así mismo vinos icono en el
sector que justifiquen las diferencias del mismo y los precios algo más
elevados basándose en la canariedad, en unas uvas de personalidad única y
en unos vinos innovadores, nuevos, únicos y diferentes.
El vino en Canarias debe
tener una conciencia medio ambiental, al estar nuestra población muy
concienciada socialmente en este aspecto; debe fomentar la localización
geográfica de nuestros vinos como valor seguro de diferenciación; debe abrir
líneas novedosas de investigación en viticultura, enología, imagen y marcas;
debe hacer campañas tendentes a la promoción interna y externa; debe asegurar
la estabilidad de los mercados, garantizando sistemas que permitan precios
dignos de la uva para que no se tengan que vender los vinos canarios a precios
indignos y debe fomentar el asociacionismo del sector, realizando campañas de
promoción conjuntas y estrategias comerciales unificadas en su concepto.
Por último, y lo más
significativo e importante es que debe el Vino Canario ser una seña de
identidad de nuestro pueblo y una bandera de la canariedad. Debemos
los canarios sentir el orgullo de nuestros vinos, promocionándolos todos y cada
uno de nosotros sin pudor ni vergüenza allá donde estemos, siendo
conscientes y estando orgullosos de la alta calidad y prestigio nacional e
internacional de los mismos, demostrado por el hecho y la realidad que donde
van, triunfan.
Alfonso J. López Torres