En estas fechas veraniegas
abunda en España la publicidad de bebidas refrescantes que vinculan su imagen
al mar. Jóvenes guapos y felices corren “mediterráneamente” hacia las olas
librándose de los escasos productos textiles que llevaban encima al inicio del
spot.
Pues bien hecho; funciona
bien este entroncamiento identitario apoyado en Serrat y el calor. Ante tal
oleada publicitaria, y obviamente no en términos geográficos, Canarias está en
el Mediterráneo. Aunque tengamos nuestros matices de alisios culturales que nos
hacen apreciar las cosas más atlánticamente, en la promoción que intenta ocupar
nuestras mentes manda el Mediterráneo. Y cuanto más calima atlántica, más
funciona el “mediterráneamente”.
En parte esto es inevitable,
por tamaño de los presupuestos de promoción y por lo que apetece una cervecita
en días de calor. Pero también es resultado de la escasa defensa del “slot”
veraniego por parte de los productos locales, los
atlánticos. También podemos correr hacia las olas, incluso más bellas que las
del mar interior aquel, y también tenemos con qué refrescarnos más allá de
bebidas azucaradas. No obstante, los vinos guardan silencio durante esta época
estival; parece que deponen las armas comerciales en estas fechas.
Seguro que tendrán sus
razones, pero como consumidor me extraña que nadie me quiera convencer de los
efectos refrescantes de un blanco bien frío servido a borde de playa durante el
atardecer, una vez las olas nos hayan devuelto todos estos jóvenes a tierra
firme y que encontraran aquellos ropajes esparcidos por el viento.
Atlánticamente…
D.G.
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