El amigo conductor se
habrá dado cuenta que en estas fechas proliferan las vallas publicitarias
dedicados al vino en los márgenes de las autopistas y carreteras generales.
Esta proliferación es reflejo del mayor esfuerzo de comercialización que llevan
a cabo bodegas y Denominaciones de Origen en otoño. Una vez se reducen las
temperaturas a niveles otoñales y se van fermentando los vinos nuevos, las
ventas de vino se vuelven a reactivar y parte de este despertar es debido a la
promoción.
Es fácil criticar y
menospreciar la publicidad, ya que nos molesta en medio de la peli y
frecuentemente nos la imponen en momentos que no nos convienen. En este
sentido, cuanto menos mejor. No obstante, también tiene sus aspectos positivos
y así lo intentan comunicar las campañas televisas del propio sector de la
publicidad (sí, esos spots donde sale uno que no pertenece al anuncio). La
publicidad no solo nos informa sobre la existencia y características de los
productos, también genera emociones (“¿Te gusta conducir?”) y pretende mantener
vínculos afectivos (“Vuelve, a casa vuelve …”). La de los vinos también.
Nuestros vinos no pueden
competir con las campañas continuas y repetidas de las grandes multinacionales
de la alimentación. Con sus restricciones presupuestarias sólo se asoman a la
valla de vez en cuando, y lo hacen con el objetivo de recordarnos que ahí
siguen, año tras año, y que ahora es un buen momento para pensar en ellos. Así
que con el fresquito, el olor a castañas y la manga larga, ¿por qué no un
vasito de tinto también? Y que sea de Tacoronte-Acentejo (es lo que tiene la
publicidad…).
D.G.
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